Las mejores mentes de la generación / destruidas por la locura

starving hysterical naked, dragging themselves through the negro streets at dawn...

jueves, mayo 04, 2006

Dueños de casa (por el tal Rodroogop)

a petición del redactor, se solicitan nuevas críticas para la nueva creación del controversial "Pérez"... juntadse los comensales & enjoy...



La verdad es que he tenido tantos gatos en mi vida, que contarlos me sería demasiado laborioso. Se iban y no volvían, en período de celo, principalmente; como a los que mataban en atropellos, o les daban veneno, en esos viajes tan cortos como lo son desde mi casa hasta la esquina, pero que definían los cursos de sus vidas.
A todos di cariño, y a todos tuve que lamentar. No todos fueron enterrados, en realidad, casi todos fueron a parar a botes de basuras en las calles, y sólo a uno le correspondió un yacimiento mortuorio digno: el patio de mi casa. Fue un buen gato, de esos tranquilos, y a veces enajenados en los ambientes nocturnos de la ciudad.
Y lo peor fue verlo, él fue el primer gato que pude ver muerto.
Esto, porque desde pequeños, nuestra madre, a todos los gatos que amanecían muertos en el patio o en la calle, introducía en una bolsa negra y botaba en el lugar que le pareciera conveniente camino al trabajo. Ya en aquellas tardes le preguntábamos si lo había visto, y lo negaba.
La mandíbula del gato le había sido torcida hacia uno de los extremos horizontales del rostro, y parecía como si se le hubiese lanzado una piedra desde alguna casa aledaña. Sin embargo, se encontraba tendido en la calle y eso significaba que un conductor lo había atropellado.
El nombre de aquella mascota no me viene al caso, además de no poder recordarlo, no puede ser tan importante como el de Mittellinie. Era una gata de pelaje blanco con negro, de ojos oscuros, y era tan alborotada que más de alguna vez tuvimos que suplicarles a nuestros padres no echarla por haber quebrado platos o adornos costosos.
Así fueron los primeros meses, una seguidilla de persecuciones por toda la casa. Hasta la “normalidad” se quebró en la casa, cuando una llamada confirmó a mi hermana menor, quien contestó el teléfono en aquella ocasión, la posible muerte del animal. Se le había llevado al veterinario en la mañana, y dejado allá con la intención de operar para no tener crías. La gata había tenido un paro cardiorrespiratorio por causa de un calmante pre-atención quirúrgica, el cual no pudo resistir. La supuesta muerte no fue lamentada, puesto que, la costumbre nos hizo ser casi insensibles al hecho.
Me fui a preparar un plato de comida cuando ocurrió algo insólito. Una llamada me confirmó que los veterinarios pudieron revivir a la felina ya pasados varios esfuerzos por alguna reacción de parte de ella, y me mandaron a buscarla.
Me encontré allí a la gata, completamente drogada, babeando gotas de sufrimiento y rogando un poco de misericordia a que la sacásemos de ese lugar horrendo, con los ojos desorbitados y la lengua sobresaliente al hocico. Como si haber tocado la muerte fuera una cosa superficial, el veterinario de treinta años, cercano a la antipatía más que a la economía de sus consultas, no habló más frases que la sugerencia de cuidarla del frío. Ninguna palabra más.
Así es que la tapamos con un viejo chaleco de mi padre, y acurrucamos en el sillón principal del living.
Al principio, tan dichosa como un feto en el vientre materno, la gata dormía en el sitio, hasta que un par de alaridos indicaron que algo andaba muy mal. Ya al bajar las escaleras, pude encontrarme con el espectáculo más asqueroso de mi, entonces corta, vida: un charco de vómito recorría el piso del lugar; que posteriormente hizo escuchar un grito tan característico como el de mi madre furiosa por las manchas amarillentas.
Al otro día, descubrí la recuperación de mi gata, era la misma, sólo que un poco más hambrienta que antes, algo evidente en realidad luego de haber estado sin comer tanto tiempo.
Los días posteriores permitieron ver un comportamiento normal en el animal, era la misma gata que conocíamos.
Pero la historia comenzó a complicarse cuando dio lugar la plaga del 2008, el tan denominado “Apocalipsis” por los curas, y “el fin del mundo” por los lugareños.
Los ratones se habían estado reproduciendo en forma desmesurada y secreta en las honduras de la ciudad, y acabaron por crear su propia revolución por el alimento. El número de muertes por infecciones y suicidios era cada vez más alto. Fue la época más crítica en nuestra sociedad santiaguina, y lo peor fue ver cómo los almacenes de alimentos eran devorados por las miserables ratas, aparte de enterarme que los supermercados agotaban sus provisiones de raticidas y trampas.
En las calles no había gente, puesto que todas las personas libraban sus propios combates dentro de las casas.
Y ante toda esta situación, la gata sólo bostezaba, se daba media vuelta y hacía ver un movimiento burlesco con su cola, tras cada paso que daba. Podíamos ver cada mañana de gritos y peticiones de ayuda cotidianos, a nuestros padres discutiendo acerca del futuro de la criatura.
.-No sirve para nada esta wevada de gata.- decía mi madre, con los ojos rojos, principalmente por el insomnio colectivo de aquella época.
.-Déjala que se tome su tiempo, está recuperándose del ataque que le dio, pues.-le contestaba mi padre, con tono tan o más fuerte que el de mi madre.
Y nosotros observando por los cerrojos de la puerta, expectantes y atentos, no pronunciábamos ni una sola palabra.
Si bien mis hermanos de verdad no tenían opinión ante el hecho, yo la tenía, pero preferí reservármela. Por toda esa crisis, ya no quería a mi gata. Si no se dignaba salir a cazar ratas tan naturalmente como los demás felinos, prefería verla fuera de mi casa, y ojalá muerta por una aglomeración de ellas. Y la discusión bulliciosa, que inundaba todos los rincones de la habitación, quedó en la nada misma y a los hijos y hermanos, atónitos.
Ya pasando los días, mis padres fueron descubriendo poco a poco que era imprescindible la presencia del animal, y que era el único motivo por el que nuestro hogar se veía libre de ratas. El olor de la gata las alejaba. Con todo esto, es obvio suponer que era demasiado importante como para echarla. En definitiva, el sentir pertenecer a una de las escasas familias afortunadas de tener felinos, nos hizo querer y apreciar a Mittellinie.
Y así pasó el tiempo, las horas, los días y los meses, y el gobierno hizo lo suyo. Prontamente, la plaga que nos hizo ser ratas escondidas, fue desapareciendo y con ella el temor que nos acomplejó la existencia.
Los días posteriores hicieron de Santiago, una ciudad de recuperación y de sobrevivencia ante todo. En los noticiarios hablaban de levantar muros, pero yo sabía que el mío había seguido firme, más específicamente, todos lo sabíamos, y sabíamos, además, por quién.
La gata fue adquiriendo mayor y mejor atención, hasta de parte de su peor enemiga, mi madre. La acariciábamos cada vez que podíamos, y con el tiempo, se hizo evidente el gran cambio que había sufrido la gata: era tranquila, comía más que antes y, lo peor y más preocupante, no ronroneaba. La muerte la había cambiado.
La llevamos al veterinario, nótese que esta vez acompañados de mis padres, para que la examinase. El primer gesto que dio el “simpático hombre” fue el de la completa indiferencia, más aún, a la normalidad absoluta, sin ningún mínimo de asombro. Era algo obvio, algo le pasaba al animal, estaba diferente, en el comportamiento y hasta en lo físico: tenía un par de manchas en el lomo de color rojo oscuro, y en los dedos no le quedaba ni una uña, no le crecían.
.-No pasa nada.-dijo y escribió la boleta de cuenta, con posterior entrega de un frasco de color azul.
.-Es para la digestión….son $12000.-escuchamos con cara de asombro total, casi se armó una trifulca entre mi padre y el veterinario, pero preferimos detenerlos antes de causar más escándalo.
No le dimos más vueltas al asunto y nos fuimos a la casa. Le dimos el medicamento, pero en los días posteriores no ocurrió nada.
.-Pobrecita.- le decíamos al oído todos cuando la acariciábamos, creyendo quizás alguna enfermedad que nuca tuvo.
Y uno de los días posteriores, ocurrió un acontecimiento que marcó aquella década dentro de la familia. Nos sentamos a almorzar, cuando de repente vi a mi lado a Mittellinie en una silla, sentada sobre unos libros colocados en un almohadón.
.-Se lo merece.-dijo mi madre, y todos atónitos, seguimos comiendo, sin preocuparnos demasiado por el hecho y más en nuestros platos de comida.
Pero los días pasaron, y se fue repitiendo el mismo hecho una y otra vez, cena tras cena, incorporando en el plato desde una pequeña porción de comida para la gata a una similar a la nuestra. La gata sentada a mi lado, comiendo todos los días, sin mirar a nadie, y cada uno pensando en sí mismos, permitió un gran cambio para mi familia, tan propensa a la monotonía.
Pero volvimos a caer en la regularidad, y ésta no se quebró en años. Años que significaron para el animal un lugar en la mesa, un cuarto propio y, principalmente, un lugar en la familia. El rompimiento fue terrible, pero fue un cambio al fin y al cabo: La caída de mi madre de la escalera que le causó la muerte, así, en un instante nada más. Ni siquiera sufrió.
No me atreví a ver su cadáver, el cadáver de mi propia madre, la caída de mi sangre.
La tristeza transformó nuestro hogar, pero los primeros años pudimos seguir adelante trabajando cada uno por su cuenta para solventar los gastos como familia. Sin embargo, las deudas no demoraron en masificarse, y nos vimos envueltos en un combate entre la comida o el pago de ellas.
Aunque fuimos privados de agua y electricidad, aún los gastos de subsistencia nos aquejaban de manera crítica. Una conversación familiar nos hizo concluir que debíamos deshacernos de algún integrante de esta, y ella era Mittellinie.
El asunto parecía resuelto, pero la gata no se iba. La echábamos, y volvía minutos después. Así durante semanas.
Y la gata reclamaba su alimento, y no se le daba, y no moría además. Suponíamos que conseguía alimento desde alguna otra casa. Intentamos como opción dolorosa y desesperada, matar al animal, pero siempre escapaba.
Un día, en una persecución asesina, puesto que se encontraba acostada y escondida en el patio, mi hermano alcanzó a herirle la pata izquierda con un cuchillo. La gata adolorida, corrió y corrió. No supimos más de ella por algún tiempo.
Pero volvió, con la herida sanada meses después, y más gorda que antes. Mi padre la vio y no dijo nada, sólo nos observó un largo rato. Luego se le acercó a mi hermano.
.-Dale comida que bastante ha sufrido.- dijo, posteriormente le dio un golpe en la nuca, y continuó mientras lo miraba fijamente a los ojos.-Yo no te crié así, el verdadero animal eres tú, crees que no sé que tú la lastimaste? Eres muy estúpido. Y ahora dale comida ¡¡¡Huevón, apúrate!!!!!!.-Y la gata fue alimentada.
Sin darme cuenta, el tiempo se encargó de quitarme poco a poco todo lo que tenía, y hacerme llorar más de lo que hubiese imaginado alguna vez. Mi padre fue muerto en una trifulca callejera en la calle Tierfalle, a dos cuadras de mi casa. Y asimismo, no pude verlo.
Y la casa se sintió cada vez más vacía. Sea en la caída en el fondo de un pozo de locura, por parte de mi hermano, como de mis hermanas en la vagancia juvenil y las drogas; finalizando todo en un abismo total de caricias sumergidas en el olvido.
Aún me encuentro aquí sentado, en un ambiente sin adornos, sin fotos, sin luz nocturna, sin calor. A veces paso frío, a veces no como, a veces no duermo, y simplemente observo desde mi ventana las luces de los autos al pasar. Y me levanto temprano todas las mañanas, como corresponde, y doy la bienvenida a la dueña de casa quien, satisfecha, se acuesta en mis pies y me da su aprobación.

5 Comments:

  • At 12:36 a. m., Blogger max said…

    .
    .
    .
    .

    Oe
    oe

    Allan Poe no escribió "La hojarasca"

    .
    .
    .
    .

    (soy Tito, al menos es dicen; hasta Artemio y Guasingtón me llaman así, ¿nom?)

     
  • At 12:38 a. m., Blogger max said…

    Macondo en Minisantiago: falta Hans Pozo como el mismísimo Doctor amigo amiguísimo del Coronel Buendía.

    Mejor que el otro cuento.

    (El mismo de antes - "el otro único" ay Makk qué grit más complejo)

     
  • At 12:42 a. m., Anonymous Anónimo said…

    miauuu perez...
    eso revela k un animal...
    es mas inteligente y kumple mejor su rol k tu¿?
    "pude encontrarme con el espectáculo más asqueroso de mi, entonces corta, vida"

    gran frase.
    lamentablemente la vida es tan larga y peremne dentro del estankamiento en l ke estas(mos) ke kreo k todo se va sin entrar.

    inkluso un hijo
    no eres tu la sekuela de barry litto¿?

    tu padre murio ebrio wn!!!

     
  • At 1:19 a. m., Blogger max said…

    mmm
    mejor ke el anterior, concuerdo

    y a veces yo tampoco duermo, y paso frio por no sentir calor

    atte. el unico, mierda !

     
  • At 2:17 a. m., Blogger max said…

    Qué único chuchaetumare

     

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