.-Se escuchan gritos.-
.-Lleva el rifle.-dice la anciana.
Las estrellas abandonaron el orgullo, y pasarían a ser elementos de un segundo plano ante el brillo y la magnificencia de la pálida luna llena, que encandilaba de sobremanera los ojos del viejo campesino.
No podía contener la rabia de encontrarse nuevamente persiguiendo ladrones en su zona, así que observaba ese espectáculo lumínico presente en las afueras de lo desconocido, con la intención de controlar ese turbador impulso.
.-Apuesto a que algún día nos encontraremos todos vomitando desde arriba este mundo de mierda.-pensaba el sesentón, de ropa antigua y de colores oscuros, con un sombrero que le tapaba la frente, y de bastante peculiar cara de pavo.
Y se escucharon más gritos.
.- ¿Qué será? ¿Un perro?...No, es una persona, un chico….¿Algún ladrón? No, no creo que sea tan huevón como para estar gritando de esa forma, un ladrón no grita, sería demasiado estúpido…….¡¡¡¡¡Puede que esté herido!!!!!.-reflexionó el señor.
Acto seguido, se dirigió hacia el sembradío casi por cosechar, cercano a un conjunto de viejos ciruelos, con la convicción de ayudar al posible joven lastimado. Los pasos le parecían cada vez más pesados, y lo comprobó prontamente, doblando su pie izquierdo y mirando el zapato de cuero antiguo.
.-Es barro esta huevada.-dijo el campesino, como una reacción al hecho, y no por ello esperó una respuesta, pero la encontró.
.-No, es mierda.-la respuesta fue enunciada.
Y descubrió que vería su mundo desde arriba en poco segundos.
El disparo marca una gota de sangre a fuerza de castigo.
Y veo que al llegar todos me miran enfadados. No sé por qué, pero no les doy atención. Siempre les he caído pésimo, no sé por qué, soy bastante amable con todos, pero creo que es una necesidad el molestarme y hacerme la vida imposible. No me sorprendo, pero descubro que Hugo Salazar está orinando mi banco de clases. Golpear, matar, castigos, son las palabras que vienen a mi mente.
Y me encontré en mi cama……y gritando desesperado, y me aferro a mi madre, me sostengo en ella…..y el techo succiona todo, y sólo veo nubes, y sigo gritando, es el fin, no hay techo en la habitación sino un cielo lleno de nubes, y son grises, y me tratan de llevar hacia ellas, y lloro casi inconsciente por el miedo, mis hermanos me miran atentos, porque no les pasa nada, porque el techo nuboso no les hace nada, sólo a mí, no sé por qué, pero no me importa el por qué, sólo me importa mi vida, que las nubes me lleven, que me esté llevando Dios quizás, o que me aproxime al infierno que no estaba debajo, sino arriba….me lleva, mi madre parece de piedra, no hace nada, sólo me abraza ante el terror que me consume, me consume entero, el ruido es aterrador pero soy el único aterrado, ¿mi padre? no está, no lo veo, debe estar durmiendo, pero no puede ser porque estoy en su pieza, ay mamá ayúdame, no me sueltes, parece una aspiradora, no me sueltes……..y parece un castigo, pero si yo no he hecho nada.
El periódico es comprado, y el joven Gustavo descubre en el obituario las letras de quien lo haya humillado en una época de iras desenfrenadas. El castigo fue divino, pero no estuvo conforme.
Y la luz se apaga. Llamo a Hugo por teléfono, y me dice que han cortado la electricidad en toda la comuna por ahorro energético. Me pongo de pie y cambio el tema. Le pregunto cómo le ha ido en su carrera universitaria. Me contesta que bien, y me siento.
Él me pregunta exactamente lo mismo, pero no le contesto. Sólo le digo que recuerde los días en que me conoció. Y un tartamudeo, creo que está confundido, le cuelgo puesto que una persona que no me reconoce no tiene mucho que decir. El castigo vendrá.
Y alguien golpeó a la puerta.
.-¿Por qué te demoraste tanto? La cazuela ya se enfrío.-gritó antes de abrirla. Se encontraba una carta y nada más.
Se dirigió hacia el comedor y la abrió cuidadosamente. Conoció el golpe del caerse de una silla, sin antes haber leído: “El castigo siempre es justificado, sólo que tu nieto se equivocó”. Y cae un trozo de piel desde el sobre, momentos antes que el de la vieja campesina. Un castigo para todos.
Y me volví loco. Traté de golpearlo pero no pude. Estaban todos allí, maldiciéndome, todos me odiaban, y cada palabra que decía significó una burla más frente a mi cara.
Cada golpe, cada intento de defensa, me fue devuelto con ira en conjunto. Me arrastraban de un lado a otro, como si fuera un objeto, de aquí para allá, como una aspiradora, y no vi más consuelo y búsqueda de compasión en un llanto infantil. Nadie me ayudó, ni se apiadó de mí. Y pronto me encontré botado en el suelo sangrando y lleno del escupo de mis compañeros.
Traté de escapar del mundo, cerré mis ojos y no pude encontrar una razón aparente ante tal castigo, un castigo que no debía tener aquel nombre.
Y el velorio fue eterno. Me encontraba lleno de angustia y las lágrimas me caían. No podía imaginar tal destino para él, un accidente, no lo merecía para nada, porque no fue de la forma que planeaba. Pronto, sentí cada latido de mi corazón con una fuerza de golpes, de desprecios, y creía podría estallar sin antes haber saldado cuentas. No podía permitirlo, era el último que quedaba, había sido una larga tarea, 28 cadáveres, y el último, y principal, no terminó en mis zapatos suplicándome misericordia.
En seguida, me acerqué a una de las señoritas presentes, desconocida por mí, y le pregunté quiénes eran sus padres para darles el pésame. Contestó que no estaban presentes, que nunca fueron conocidos por el difunto en su corta vida, y que había sido criado por sus abuelos maternos.
.-¿Quienes están allá?.- pregunté, dirigiendo mi vista hacia los asientos delanteros del lugar. Se hallaba un viejo con sombrero de pangue, junto a una mujer de bufanda café, los dos ancianos.
.- Sí.- me contestó.
Mi corazón dejó de latir quizás un instante, quizás una eternidad, pero no me importó, porque este castigo sería el peor de todos, sería un verdadero castigo.
2006